Mi madre, recién casada, dejó Galicia para irse a vivir a Ginebra, localidad donde residía mi padre. Un día paseando por el centro de la ciudad, se quedó prendada de un anillo en el escaparate de uno de los joyeros más conocidos de la ciudad. Al llegar a casa, se lo comentó a mi padre a modo ‘’anécdota’’ y él se lo regaló de sorpresa en un aniversario, hace más de 30 años.
Es una joya que siempre me ha apasionado y tiene un gran valor sentimental para mí.
Mi madre me lo regaló para que lo llevara el día de mi boda y ha sido mi inspiración para desarrollar las hebillas de la colección.
Se han desarrollado de forma totalmente artesanal en un pueblo de Alicante llamado Petrer.